Poco a poco se van conectando las ideas, lo aprendido días atrás, y llega el momento de pasar de la teoría, a la práctica, a cómo trasladar los conceptos a la actividad en el aula. Pero antes, algunas explicaciones más.
¿Cómo se conectan entre sí los actos del habla? ¿Cómo se estructura una conversación?
La mayoría de los enunciados pueden desempeñar distintas funciones, dependiendo del contexto donde aparezcan, pudiendo tener un sentido literal o presentarse como una fórmula convencional. En ello influyen la situación, el medio físico y la entonación.
Un claro ejemplo lo encontramos en el enunciado 'Gracias por no fumar', que leído en un cartel significaría prohibición, mientras que dicho con ironía, se entendería como una reprobación.
Las funciones comunicativas no existen en el vacío, sino en función de una intención y un entorno discursivo concreto, que contribuyen a la interpretación del enunciado. Sin embargo, una misma expresión lingüística puede realizar distintas funciones comunicativas en situaciones diversas.
Se puede decir por tanto que la forma del enunciado se encuentra condicionada por:
- la interpretación.
- el lugar que ocupa en un intercambio conversacional.
Pero, ¿qué se entiende por un intercambio? Un conjunto de dos o más intervenciones relacionadas directamente entre sí. Cada enunciado (intervención) puede ser: iniciativo, reactivo o de cierre, aunque la combinación de funciones comunicativas en intervenciones puede ser estructuralmente muy compleja.
Las conversaciones se organizan según un modelo secuencial y jerárquico: exponentes funcionales se combinan para formar intervenciones; las intervenciones se combinan para formar intercambios, y varios intercambios juntos forman una secuencia.
La manera en que las funciones comunicativas se encadenan dentro de una secuencia conversacional tiene mucho que ver con los guiones o esquemas mentales, las expectativas del hablante en el transcurso de una conversación dependen en parte de su conocimiento del mundo, por lo que de no darse, pueden llevar a confusiones.
Sin embargo existen situaciones sociales muy estereotipadas, en las que se producen intercambios muy breves, son los denominados intercambios rituales: emisión de un enunciado iniciativo va unida automáticamente a una reacción verbal muy concreta por parte del interlocutor.
P.e. A) Dar un regalo: Toma, esto es para ti.
B) Recibir un regalo: ¡No tenías que haberte molestado!
Los hablantes nativos saben qué comportamiento se espera de ellos en estas situaciones y cómo deben manifestarlo verbalmente, constituyendo cualquier variación significativa la extrañeza en el interlocutor. Es por ello que los intercambios deben ser abordados como un todo, iniciando/reaccionando como espera el interlocutor.
Es, por tanto, muy importante la noción de esquema mental compartido, expectativas concretas, referido a lo que el interlocutor debe hacer/decir. En este caso se debe prestar especial atención, puesto que puede haber variaciones de una cultura a otra.
Todo esto nos lleva a plantear ¿qué consecuencias tiene para el habla?
Cualquier comportamiento de un hablante lleva a su interlocutor a inferencias sobre la actitud e intenciones de la otra persona.
Surge aquí el concepto de implicatura, entendido como todo aquello que se comunica gracias a la capacidad de inferencia, sin que el emisor lo diga explícitamente (Grice).
El que los participantes en un intercambio tengan expectativas concretas sobre el comportamiento de sus interlocutores se debe a que los hablantes tienden a manifestar y a esperar un comportamiento cooperativo al comunicar entre ellos. Esta es la idea base del denominado Principio de Cooperación, desarrollado por Paul Grice, que plantea la existencia de una tendencia general, fundada en la capacidad humana de raciocinio, a que nuestras contribuciones a un intercambio comunicativo se adapten a lo que se requiere en cada momento, es decir, a aquello que en cada momento se espera de nosotros, pero teniendo en cuenta también nuestra propia intuición comunicativa, así como nuestras necesidades y preferencias personales.
Para Grice cooperar supone en la práctica:
- decir cosas que, en cada momento, estén relacionadas con la marcha de la conversación.
- adaptar la cantidad de información que necesita nuestro interlocutor (ni demasiada, ni demasiada poca)
- no decir algo que sepamos que es falso.
- hablar con claridad, dentro de nuestras capacidades y preferencias personales.
De ahí que este filósofo de la lengua relacione gramática y actitud del hablante. Grice explica que en el uso de la lengua hay implicaturas que se relacionan directamente con el uso de una palabra o expresión en particular, en comparación con otras posibles y correctas, a lo cual se llega desde la intención del hablante para explicar las diferencias de uso.
Todo esto lo debe trasladar el profesor al aula, teniendo en cuenta que sólo lo podremos aplicar "si somos capaces de imaginarnos un contexto en que una frase determinada tendría sentido". Esta es una de las principales aportaciones de la pragmática a la enseñanza de lenguas extranjeras.
Así, hacer referencia a las representaciones mentales de un hablante determinado, ayuda a entender cuestiones abstractas complicadas para los aprendices, y al mismo tiempo a comprender con conclusiones y llegar a la regla general.
Serán pues actividades comunicativamente auténticas cuando:
- Exista un motivo para comunicar, intención comunicativa. La comunicación lingüística es una actividad racional en la que los hablantes cooperan con un propósito.
- Exista vacío de información: se crea una situación en la que sus participantes con una información diferente tengan que compartir para alcanzar el objetivo común.
- Recreen situaciones que se aproximen a la realidad (comunicación real).
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